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La lejanía elegida
Por: Leopoldo Estol
“Hay una hora, en la tarde, en la que es necesario ir hasta el árbol quemado por un rayo, juntar sus pedacitos de madera quemada, traerlos al taller, al lugar donde se escribe el diario de los días que pasan.” La tarea bien podría ser pagana, bastaría que a algún hechicero se le antoje madera quemada para que todo cobre un sentido preciso y hasta redundante. ¿Un hechicero haciendo de las suyas? No, es Patricia Spessot, una artista residente.
En el GPS las calles se desdibujan y los aromas súbitamente se multiplican acompañados por algún exponente desconocido. El puente colgante de Santa Fe queda maravillosamente atrás y Curadora se abre paso como un espacio donde no hay apuros, todo se transforma en tiempo para crear. Los anfitriones son Cintia Clara Romero y Maximiliano Peralta Rodríguez, quienes habitan una casa azul en Rincón donde reciben artistas de todas las latitudes del país. Una auténtica residencia apartada con elegancia de las burocracias urbanas, un poblado semirrural con eucaliptos, lagunas y bichos a 30 minutos de la capital santafesina.
Espiando el taller de su tío que pintaba en los ratos libres, Cintia se asomó al arte como un personaje de Miyazaki: aferrándose a algo misterioso que más tarde se volvería entrañable. Hizo cerámica, investigó la filosofía oriental, el zodíaco, así como hizo los deberes y terminó su licenciatura en la Universidad Nacional del Litoral. Cintia conoció a Maxi en Buenos Aires, en el 2006 en ArteBA. Luego se vieron en Córdoba, como él es oriundo del Misiones podemos imaginar de qué color era el polvo en sus zapatillas. El romance supo esperar. Volviendo a los estilos: la obra de Maxi abrevia la distancia que separa la pintura geométrica de la construcción de madrigueras temporarias, con ramas que se van uniendo con alambre y cintas de colores. Cintia narra pequeños relatos, filma instantáneas en video con la liviandad del haiku donde subir a una escalera se vuelve un acto raro, un hipnótico transcurso.
“Cuando nos mudamos a Rincón –cuenta Cintia– un temor nos rondaba al pensar si el alejamiento de los centros del arte acotaría nuestro horizonte de interacción. Nos instalamos en una casa a la que empezamos a hacerle modificaciones y el albañil nos incentivaba a hacer una ampliación más grande de lo que nosotros teníamos pensado. Nos dejamos llevar y cuando se terminó la plata quedamos un tiempo viviendo en una casa a medio construir”.
A posteriori, la discreta ambición del albañil de tener más jornadas de trabajo se resignificó cuando la pareja de artistas entendió que ese espacio suplementario podría ser utilizado como cuartos para albergar visitantes. Así nació Curadora que ni lenta ni perezosa ya pasó las diez temporadas.
Acciones diversas como leer, explorar o vagabundear se reparten las horas junto a pintar o editar un material serialmente postergado. Como en las mil y una noches, una historia se esconde dentro de otra historia, una araña abandona la carcasa de un caracol y emprende la huida. En la residencia, la búsqueda artística se entrevera con las comidas que prepara Cintia o las que acerca su madre.
Cae la distancia artificial que señala a los árboles como una parte inanimada del todo. Con el pasar de los días la cercanía del bosque nos ofrece un compañero fiel. Un mirada sigilosa y hasta protectora se oculta detrás del sonido de las chicharras, del fragor de las ramas cuando hay mucho viento y los cracks que hacen nuestras pisadas a medida que avanzan sobre la hojarasca. En Curadora los árboles son colosos que testimonian lo que los artistas hacemos en nuestra particular órbita. Con los sentidos colmandos gracias a miles de pequeños acontecimientos nuestra percepción se potencia. Algo parecido a una reberverancia aparece en las comidas intentando hilar lo ocurrido durante las exploraciones, a veces con humor, otras veces acompañado de signos de pregunta. Los anfitriones intentan guiar nuestra intuición sin frustrarnos. Los límites de este mundo parecieran más blandos, algunos alambrados pueden ser franqueados sin temor, algunos vecinos -también curiosos- se entusiasman y participan de los proyectos. La caminata pareciera una medida universal. Hay que pensar un título: caminata. Todavía no me animo a hacer performance: caminar. Cómo serán los primeros rayos del sol sobre el río: despertador y no olvidemos un calzado que contemple las gotas del rocío.
En el espacio taller que hay en la casa se puede vislumbrar la personalidad de los otros a través de la dinámica que le imprimen al lugar. Los materiales recolectados, los cuadernos de notas superpuestos con los blocks de dibujo, la puntualidad con la que alguien enjuaga sus pinceles y como la escritura atraviesa todas las capas y fluye. Por la noche, antes de la cena, en este espacio, los residentes comparten fotos y anécdotas de sus distintas latitudes de pertenencia. Así resuenan otros artistas aún desconocidos como leyendas que habrá que empezar a conocer. Un powerpoint exhibe obras como quien recuerda estaciones de un viaje, así se afianzan los lazos que generan confianza. Dando la vuelta, en el pasillo muy cerca de la puerta de entrada, hay una biblioteca llena de libros de teoría y también, literaturas para zambullirse sin más. Inspiración y embriaguez se unen y un pensamiento se empieza a repetir en mi mente: «todavía no me fui y pienso en volver.»
La mezcla de orígenes genera un cóctel de acentos y maneras de ser. La lejanía elegida, esa casa en las afueras de la capital de una provincia, peculiar hábitat que une lo frondoso con la avanzada constructora del ProCreAr. Están los que se comunican juntando ramitas, los que experimentan con la acústica del bosque o simplemente los que esperan a ver qué pasa luego de unos días apartados del fulgor de la ciudad. El fuerte de Curadora es ir contra la corriente, planteando que se puede desde el interior del país gestionar, dar visibilidad y ser afluente de intercambios. La curación ocurre, es la noche prodigiosa con su oscuridad amiga, en el despojo de todo lo que es accesorio, el arte aparece como ese alimento que inventamos para mantenernos vivos.
Diario Página 12. Suplemento Radar. 02/08/2015
https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-10798-2015-08-02.html
Los nómades inmóviles
Por: Eugenia González Mussano
Las residencias son formas vinculares de producción, y conforman una práctica bastante extendida en el arte contemporáneo. La artista Eugenia González Mussano, repasa su experiencia como residente en Rincón, provincia de Santa Fe.
Aprender a ir despacio como un caracol
Participé de una sola residencia: la residencia CURADORA. La casa azul, como le dicen en el barrio, está alojada en la comuna de San José del Rincón, Santa Fé, en un paraje semi-rural.
El proyecto surge de dos artistas, Maximiliano Peralta Rodríguez y Cintia Clara Romero, que eligen aventurarse en una vida compartida lejos de los centros urbanos, sin renunciar a lo que aporta la ciudad. Esto incluyó tener una casa en obras, muchas responsabilidades domésticas, dos perros, un gato y un jardín que cuidar. Lo que no les permite moverse con la misma ligereza que antes y deciden viajar a través de las visitas de otrxs artistas. Además de estas circunstancias se suma el deseo de poder ofrecer a otrxs algo que a ellxs mismos los había enriquecido.
Así crearon una obra-casa, un proyecto de trabajo-vida, una sociedad de amor: CURADORA. Estas formas del trabajo total o no-trabajo, creo que al menos en parte, no desplazan las decisiones personales por decisiones laborales, sino que conviven en un muy complejo entramado de intereses y así construyen nuevos imaginarios sobre el trabajo mismo. ¿Cómo decidir sobre nuestras condiciones de vida-trabajo? ¿Dónde entran las variables emocionales y corporales? ¿Cómo atender al deseo en nuestras decisiones laborales?
Usar el tiempo en cosas invisibles
Participar de una residencia es trazar una línea, hacer un recorrido que puede ir de los centros a la periferia o viceversa. Los centros y las periferias no son solo territorios fijos, son personas, proyectos de gestión, grupos de trabajo que aparecen y desaparecen como una luz intermitente. Atravesar el espacio al dibujar esa línea produce cambios en un cuerpo que se mueve, surcos en el territorio que sirven de norte para otros, y allana distancias para que la comunicación suceda. Participar de CURADORA para mí tuvo que ver con trazar una línea entre Córdoba y Rincón, una línea que no es mía, que es de todxs y que no sé bien de qué color es. Formar estructuras vinculares y por qué no económicas, estructuras nómadas que conectan con información de nuestros ancestros, cuando atravesar el espacio tenía que ver con la supervivencia, y que luego al superar este aspecto primario se convirtió en una acción simbólica que nos posibilita habitar el mundo.
Caminar bordando una remera que diga: no voy a ningún lado.
Hablar de residencias artísticas es hablar de trabajo y economías.
Hablar de residencias artísticas es hablar de nomadismo y traslación.
Hablar de residencias artísticas es hablar de un sistema vincular.
Todxs coincidiríamos en que una residencia es un taller desplazado con la posibilidad de dedicarse tiempo completo al trabajo como artista, un punto de encuentro (o desencuentro) con otrxs pares y un espacio para la activación de redes.
Volver una y otra vez a aquello que me ha conmovido es no querer renunciar a la intensidad.
Lxs artistas tenemos algunos conflictos para definir el trabajo, que en el mejor de los casos es ese profundo anhelo que orienta a una persona a dedicar toda su vida a tal o cual actividad. Este conflicto parece estar ligado a que se le ha pedido al arte que se mantuviera al margen de la competitividad de la vida diaria, que se sostuviera como experiencia desligada del mundo real contaminado y que se erigiera como una experiencia sublime. En el presente lxs artistas desencantados de la idea de genialidad y originalidad encontramos nuevas formas de producir. Sabemos que no es verdad que creamos solos, nuestras obras o accionares son el resultado de infinidad de citas, de infinidad de voces que la genealogía del pensamiento humano lanza sobre todxs en forma de cultura según sostiene Barthes. Las producciones no se sitúan al margen de la funcionalidad práctica, pero tienen una relación dialéctica, conflictiva. El arte piensa la cotidianidad, la cuestiona y si tuviera que lanzar una hipótesis de cuál es la función del artista hoy, diría que es desenmascarar el tiempo del trabajo y proponerlo como un tiempo de disfrute productivo.
Tiraré un dardo sobre el mapa e iré hacia donde el dardo me indique. El deseo de ser libre y moverme.
Sostener el vagabundeo errático como una posibilidad existencialmente deseable y económicamente productiva podría ser uno de las grandes conquistas del arte. Poner en riesgo la seguridad y el dominio sobre el espacio que marca la cultura, trazar la propia experiencia. El perderse como condición del ser, perder el poder sobre el territorio, producir en un punto diferente del mapa cada mes, crear un espacio nómade. Un espacio, que al igual que el arte desencantado del objeto propone una obra-pensamiento, una obra-proceso, una obra-acción, pueda ejercer sobre el territorio, el trabajo y el tiempo ese mismo influjo desmaterializador. Un espacio invisible y a la vez concreto entramado por saberes, revoluciones, intuiciones y amores, donde se tejan otras maneras de vincularse en sociedad.
Buscando un momento de coincidencia entre la experiencia de vida y la conciencia de existencia.
Pensar las residencias artísticas como un sistema vincular, nos posibilita pensar el arte y el trabajo en general como un sistema vincular. El arte tiene su tradición relacional, como mencionaba anteriormente, y en su afán desmaterializador ha valorado -en ocasiones- más las relaciones entre los sujetos, que las cosas en sí. El arte es una forma de percibir fragmentaria, conectada por una conciencia a vuelo de pájaro con la macro-totalidad, pero que nunca abandona su fragmentación. Somos una especie controladora que no podría dominar sino percibiera todo como objetos. Escarbar en una noción vincular dentro de los sistemas del arte y la sociedad, exige un poco más de esfuerzo en pensar ¿cuáles y cómo son los vínculos y entre quiénes? No solo cómo nos relacionamos con otros sujetos, sino entre los sujetos y las cosas, entre los sujetos y el ambiente, entre los sujetos y las otras especies. Somos animales predadores pero con una moral que nos aturde.
Utilizo al arte y toda su historia como una herramienta que me permite ver en su micro ecosistema el funcionamiento de una sociedad en su conjunto. Puedo observar en él sus deseos de libertad y fraternidad y también su dominación. Esta herramienta tiene su peculiaridad, que nos permite entrar y salir de los sistemas de la vida práctica. Habitarlos, hacerlos extraños y absurdos. Utilicemos al arte sin respeto, recuperemos la potencia sensible de nuestros cuerpos, recuperemos la confianza individual para desarrollar una inteligencia, sensible e intuitiva, que nos permita generar un sistema económico-vincular sin dominio.
Confío en las cosas que no puedo entender
Revista Deodoro Gaceta de crítica y cultura. Unversidad Nacional de Córdoba. 02/05/2016
http://deodoro.unc.edu.ar/2016/05/02/los-nomades-inmoviles/http://deodoro.unc.edu.ar/2016/05/02/los-nomades-inmoviles/
El arte es el estado en el cual nos unimos al alma del mundo
Por: Diana Aisenberg
Curadora es casa – posada – escuela – taller – estudio y carpintería. Están presentes el agua, la tierra, el aire, el fuego y el ARTE: no falta ningún elemento. Esta calidad multifacética diamantina es muy propicia para el trabajo interno del artista de hoy. Es en ese cosmos unificador donde la individualidad se define sin necesidad de salir a ningún lado. Todo lo que necesitás, está ahí. Funciona como un cúmulo referencial donde todo importa, el día a día, lo que comés, lo que leés, lo que querés hacer.
Se percibe una buena química, amable. No hay presión, y todos trabajan. Allí no se hacen muestras, ni estudios abiertos, ni nada específico. Es el ambiente adecuado para chequear las urgencias más básicas, lo que de verdad nos gusta hacer, qué es lo que necesitamos, cómo pensamos nuestro arte.
Dada la situación de convivencia o de inmersión en una casa-hogar, difícil es no pensarse en relación con un entorno. Es por esto que una práctica eminentemente política se desarrolla en la cotidianeidad. Es el ambiente propicio para que el potencial poético pueda constituirse en lenguaje.
Conocí a Cinta Clara Romero y a Maximiliano Peralta Rodríguez en los primeros años de la década de 2000, en distintos encuentros de artistas gestionados por Fundación Antorchas, a ella en Santa Fe, a él en Corrientes.
Nos encontramos esta primavera, y en un ejercicio exhaustivo de memoria reconstruimos los integrantes de los grupos en los que nos habíamos conocido. Cosas, imágenes, palabras y lugares. El pensamiento puede abarcar cualquier región y construir en ella a su gusto un emplazamiento. El ejercicio renueva los afectos y la red vincular crece como un brócoli en proporciones áureas. El amor funciona como lógica de la abundancia y es la fuerza más humana que existe.
El amarillo que viraba al verde, un plátano en el medio del cuadro, la cabina del peaje, el día que te enojaste. Hay mojones en la vida de los artistas que resultan inolvidables e indestructibles. Las imágenes, para ser memorizadas, deben estar cargadas de afecto y particularmente del afecto del Amor.
En estos días de fenómenos naturales haciendo luz sobre la vulnerabilidad humana, el arte se contrapone como factor rehabilitador, y más aún el poder ordenador y apaciguador del amor.
La obra es lo que te da de comer, el arte es una estrategia de supervivencia. El artista encuentra su lugar en el mundo, abre su casa, invita, subsidia, organiza, produce, diseña y ama.
El corazón piensa y en el estómago hay un cerebro, demos esto por cierto. Pasé en San José del Rincón la semana de terremotos y huracanes; la tierra habla y los ecos se detectan en distintas latitudes. Ahí estábamos nosotros, recibiendo mensajes.
En esa semana terminé mi último libro, los últimos retoques de las últimas correcciones, elegí la tapa final, y a imprenta.
Esa semana trabajé con los artistas de la zona. Durante dos días enteros investigamos los modos de hablar y escribir sobre la obra, qué es lo que hay alrededor y cómo nos pensamos como sujeto social en este mundo en estado de confusión. Compartí el fin de semana con los participantes del taller que llegaron desde Santa Fe, Rosario, Reconquista, Santo Tomé, Arroyo Leyes, Paraná y Corrientes. Fueron dos días intensos de clínica. Es así que CURADORA descentraliza la noción de cercanía.
Recibí por mail este texto que transcribo, me lo mandó Marco. Es de un libro que leíamos con Enrique, él era fan de Frances Yates y especialmente de las mujeres de la escuela de Warburg. Es hermoso cuando se viven las genealogías de los pensamientos de uno y se comparten con amigos. Así se teje la historia de las ideas y se construyen las familias de creadores.
“Simónides y su tremenda evocación de las caras de la gente sentada en sus lugares del banquete, momentos antes del espantoso final, puede sugerir que las imágenes humanas eran parte integrante del arte de la memoria que Grecia transmitió a Roma. Diferentes invenciones se atribuyeron a este hombre original y brillantemente dotado. De él se dijo que fue el primero en pedir pago por los poemas; el lado sagaz de la personalidad de Simónides aparece en la anécdota de su invención de la memoria, la cual depende del contrato por la oda. Otra innovación que Plutarco atribuye a Simónides es que, según parecer de aquél, Simónides fue el primero en igualar los métodos de la poesía y los de la pintura, teoría que después resumiría Horacio en su famosa expresión uf pintura poesis. ‘Simónides’, dice Plutarco, ‘llamó a la pintura poesía silenciosa y a la poesía pintura que habla; pues las acciones que pinta el pintor según son llevadas a cabo, las palabras las describen tras ser realizadas.’”
Hace tiempo que había leído el libro y agradecí el párrafo que volvió en el momento apropiado: El arte de la memoria de Frances Yates.
Me interesa la construcción del saber, cómo se contagia de uno a otro, de maestros a alumnos, de colega a colega. Me interesa el lugar de la memoria en esa construcción, la memoria, el olvido y la carga emotiva que tiñe las imágenes. Y cuánto esta carga es determinante en el arte de la memoria. Cuando querés recordar un nombre aparece una asociación, incluso absurda, que te ayuda a traer al presente eso que estás tratando de decir, junto con alguna característica de la escena de cómo se fijó en nuestro ser. Nada está muerto para siempre, todo tendrá su fiesta de retorno. Las imágenes se hacen memorables. Son las que cuentan cuando reconstruimos las escenas. Podemos recargar de una renovada intensidad espiritual y sacar imágenes invisibles no destinadas a ser recordadas que se encontraban dentro de otras imágenes. En estos encuentros, los recuerdos aparecen cargados de amor, y las emociones se vuelven fundantes en el relato histórico. El arte es el estado en el cual nos unimos al alma del mundo.
Dice Greil Marcus, considerado el crítico más importante de la historia del rock: “La presuposición más aceptada de que la historia solo existe en el pasado es una mistificación. La sospecha es que estamos viviendo la historia, haciéndola y deshaciéndola sin cesar –olvidándola, negándola–, en modos que desconocemos.”
Hay mucho más pasado en el presente que en el pasado (creo que esto lo dijo Lévi-Strauss), y también hay mucho presente en el pasado. Volvemos al pasado con preguntas del presente. Es el presente lo que nos hace preguntar sobre el pasado. La conexión entre el pasado y el presente se vuelve retórica. La comprensión del otro lleva a la alteración de uno mismo, a la revisión de los valores propios. En CURADORA hay voces compartidas, nadie sale de ahí en el formato con que entró. Nos afectamos por la música, por ejemplo, con la posibilidad de ser alterados. Nos transformamos. La práctica artística conlleva la facultad de alteración, en tanto modificación. Es así que leer un libro, por ejemplo, puede ser un acontecimiento que te transforme. Transformamos nuestra comprensión a partir de un otro.
Preguntas a flor de piel
¿Cuál es la obra? ¿Qué clase de artista quiero ser? ¿De qué viven los artistas? ¿Cuál es la urgencia del arte? ¿Qué recursos tengo? ¿Cuáles son las estrategias de supervivencia en el arte hoy? ¿Qué significa ser artista en este mundo, en este tiempo? ¿Cómo nos situamos con relación a nuestra producción, a nuestra obra y a nuestra vida cotidiana?
Qué se hace en Curadora
Dibujar, caminar, comer, diseñar, escribir, pensar, recolectar, ir al río, proyectar, fabricar muebles. Se lija mucho, se come rico, se compra el pescado al lado del río, se hace fuego, se hace música y recitales, se lee poesía, se leen muchos libros, se usa la biblioteca, se hacen comics, cortes de pelo, se hacen amigos, se ve el amanecer en el río. Se corrigen libros antes de que entren a imprenta.
Curadora centraliza un mundo de artistas, funciona como un nodo de reunión, lo que es indispensable en la construcción de redes y la asociación de pares. Tiene una presencia geográfica precisa, lo cual implica una tarea de investigación y convocatoria en muchos pueblos y ciudades de acceso local. Voy adonde puedo llegar. El intercambio de saberes se vuelve fundamental en este mercado globalizado. Hay un semillero y centro de producción en el interior de la provincia de Santa Fe.
El emplazamiento no es inocuo: si bien hay casas vecinas, el verde, el cielo, el ritmo del campo está muy presente, y la cercanía del río. Con relación a la vida en la ciudad, marca una gran diferencia. Los lugares donde se realizan residencias marcan un perfil en la experiencia. Hay residencias en desiertos, en salares, cerca de la montaña y de la nieve, en distintas ciudades del planeta. Todo cambia. Esta residencia huele a monte.
En el taller de Rincón están dadas las condiciones para poner en funcionamiento lo bocetado, lo tachado, lo cajoneado por el instinto. Es preciso ser vulnerable para crear y para amar. En definitiva, hay una búsqueda de lo esencial que alimenta el pensamiento cotidiano sobre cómo se prepara el territorio para la creación.
Los artistas sean reunidos en este Rincón.
Amén.